martes, 20 de octubre de 2009

Desahogo

Me hace falta vida, ánimo.

Por un motivo que tal vez conozco, pero no entiendo se me cansan más los ojos y las piernas, y se me va olvidando cómo burbujear carcajadas estridentes.

Por algún absurdo motivo no me siento yo, y creo que mi espíritu me ha abandonado.

Le pido a Dios, le canto al amor y me escabullo del resentimiento. Pero por esa ruta encuentro mucho silencio y un sentir incómodo de no encajar.

Sí. Aquí todo es diferente. Todo es hermoso pero distante. La esencia de las cosas es inalcanzable o inexistente. Tal vez no todo tiene sentido para apreciar el sentido de las que lo tienen, pero aún así… no he encontrado el mío en este espacio ni en este tiempo.

Ya se va el verano; y con el verdor, la luz y el calor. Y se va transformando todo: las hojas envejecientes y vulnerables caen impotentes. Son algunas mártires, otras suicidas, otras simplemente mueren.

Al fin y al cabo, ¿qué hago? Esta realidad es tan absurda que lo que veo en el espejo es que busco la felicidad que dejé en espera; que espero encontrar lo que ya he dejado, y sin sentido, repito en voz alta "no te preocupes, al final valdrá la pena" a ver si llego a creérmelo en algún instante.

Desde fuera me veo, y me tildo de incoherente. Apenas me resisto, usualmente me resigno a la debilididad y le permito a mi alma (lo que queda de ella) que llore.

Ya van varios días. Y para cumplir la condena de mi supuesta dicha, muchos otros pasarán. Todo, para volver a verte. Tal vez cambiado, con algunas penas menos o algunas libras más. Todo añorado, amor mío, para al fin amarte, al menos por un relámpago de tiempo hasta que vuelva la primavera.


 

TA Fausto

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