sábado, 7 de febrero de 2009

Con un ajuar de rebeliones tontas insistes en que el “te quiero” de minutos atrás ha muerto y que es hora que de con un gesto, una palabra, una sonrisa hacerlo revivir. Y yo, cálida y ceniza, cabizbaja y sonrojada te lo vuelvo a repetir.

Estoy maravillada… cuan innumerables son tus bondades. Cuán dichosos mis brazos de estar junto a los tuyos, y mis labios de ser tuyos. Con estos abrazos incuestionables, el nuestro es de esos amores que por ser eternos no lastiman con sus huellas.

Esta magia se recarga de energía, y nuestros besos chispeantes como estrellas hacen resonar todos mis huesos, mientras mis vellos hacen una ovación frente a tus caricias.

Todavía sigo adorando los paseos de tus manos por mi espalda, siguen siendo tan mágicos como el primer día, y aún sigo alucinando ese momento de ser tuya eternamente. Mis latidos exhaustos te persiguen y a dos milímetros de mí siempre te encuentran. Mientras tu sombra juguetea con mi sombra intercambiando sueños, tatuándonos de poemas.

Ahora apenas escribo, esta nueva vida de deleites ahuyenta la nostalgia que me preña de versos y en cada segundo vas remplazando en mis venas poesías, cual renuevo de claveles. Mis dedos, plácidos de estar entre los tuyos holgazanean y repelan el teclado. Ahora los registros tienen menos papel y más alma para escribirse. Ahora la vida no la cuento trasnochada. Al fijarse mis ojos en los tuyos quedan todas las historias reveladas.

TA

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